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LA EDUCACIÓN
EN EL SIGLO XIX
Introducción
La Educación en el Siglo XIX tuvo una revolución en cuanto a la necesidad de conocer al niño de cara a su
educación. Varios pensadores desde Platón y Aristóteles, pasando por Luis Vives y Locke llegando a Rousseau, quién impuso la Sicología basada en la experiencia de cada ser
humano, produciéndose así el cambio más evidente en la forma de la educación: "La Pedagogía Sicológica".
Esta vertiente está representada porPestalozzi y Herbart.
Pestalozzi se inclinaba más hacia la individualidad del niño, postulaba que
el individuo es una unidad de inteligencia, sentimiento y moralidad, y que sin uno de estos elementos la educación no sería integral.
Herbart era riguroso en sus estudios acerca de la Educación y la
Pedagogía, su trabajo siempre se basaba en investigaciones previas, con resultados comprobables; es decir, una investigación científica, orientada a la educación que recibe el niño.
La educación en el s. XIX
La pedagogía de Rousseau va a influir decisivamente en el siglo
XIX, aunque cada autor tomará un camino peculiar dando entrada a un cúmulo
distinto de opiniones sobre todo referentes a los fines de la educación. La
corriente psicológica que preconiza Luis
Vives y que impulsó
el realismo pedagógico alcanzó su cénit en Rousseau,
que basa las etapas de la educación en el desarrollo psicológico del
sujeto. A pesar de todo, en la etapa siguiente la
psicopedagogía va a alcanzar edad de adulta y por eso durante este siglo se
perfila una corriente conocida con el nombre de pedagogía psicológica.
Hoy día no se duda de la necesidad de un conocimiento psicológico, pero esta ideología parte de los finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Hay que tener en cuenta que la necesidad de conocer al niño
de cara a su educación es una idea muy vieja que podemos ya encontrar en Platón y Aristóteles.
Será Quintiliano quien vuelva por los antiguos fueros
para olvidar todo y caer en una concepción masificante. Después de este olvido
hay que esperar a Luis
Vives y posteriormente
a Locke para llegar a Rousseau que impone una psicología empírica, pero no por eso falsa, aunque sólo sea por haber
implantado los principios esenciales. De allí nace la necesidad de conocer al
niño, de diferenciar la psique del niño, de la del adulto y, en fin, acomodar
la educación a las etapas del desarrollo humano.
Dos autores y pedagogos que por ellos solos representan toda
la educación de esta vertiente: Pestalozzi y Herbart.
Si hiciéramos caso de la necesidad de buena presencia física para poder educar, tendríamos que eliminar a Pestalozzi. Endeble, feo, enfermizo, desaliñado y
con un aspecto ingenuo, hay que considerarlo como el gran genio pedagógico «conocido en los cinco continentes». Sus ideas triunfan dentro de su misma
patria (Suiza), donde los Institutos Hofwil son modelos de escuelas filantrópicas dedicadas a la experimentación agraria.
Pasan a Alemania y a Prusia, donde Humboldt inicia una
reforma inspirada en la obra de Pestalozzi. Todos los países se abren a
la influencia pestolizziana y en España comienzan a funcionar escuelas de la misma tendencia en Tarragona,
Santander y Madrid.
1.1 Bases de la pedagogía de Pestalozzi
El fin de la educación según este autor es asegurar a cada
niño el desarrollo integral al que por haber nacido tiene derecho. Este fin lo
llevará a fundamentar su pedagogía, en la que nada se olvida. En primer lugar
aboga por el respeto a la individualidad del sujeto, teniendo en cuenta que el
individuo es una unidad de inteligencia, sentimiento y moralidad. Cuando una de
estas características cae en el olvido, se produce la desarmonía y por tanto la
nulidad de la educación integral.
Lo importante es la experiencia del educando que está
garantizada por su misma curiosidad intelectual (recordar la tesis de Rousseau). Por esta razón Pestalozzi no tiene horario fijo para
la actividad educativa: respeta al máximo los intereses del niño y aprovecha en
todo momento su deseo de aprender. Para ello plantea una educación progresiva y
uniforme de la que se descarta en ocasiones lo espiritual y la moral. Alguien le achacó esta deficiencia, pero Pestalozzi queda a salvo, ya que cree que la
educación religiosa y moral debe llevarse a cabo en el seno de la familia.
La enseñanza debe partir de los objetivos y de la observación para elaborar racionalmente los datos universales de forma, número y nombre. Parte de la idea de Rousseau: no enseñaréis nunca nada a un niño si éste no lo
puede ver. Pero, a partir de aquí, elabora una doctrina más
concreta sobre la intuición de los objetos, base de la intuición intelectual
que es a la que pretende llegar. El sujeto capta la forma del objeto (dibujogeométrico),
sus partes y sus números (aritmética) y asocia entera la nueva experiencia a un sonido articulado o nombre (lenguaje y gramática práctica). De esta forma pone de relieve la experiencia como base de la intuición y, en último término, de
la intuición intelectual.
La ideología expuesta le lleva a atacar el verbalismo
excesivo imperante en la escuela tradicional: «No agobies al niño con un torrente de palabras
antes de haber modelado su inteligencia en las realidades». Con
esta frase se coloca a Pestalozzi en la postura contraria al memorismo.
La educación integral no busca sólo el cultivo de las
facultades superiores; por eso Pestalozzi es un defensor de la educación física. Aboga por la gimnasia y la natación como medios de fortaleza y resistencia corporal, cerrando así el ciclo de una educación integral que va
desde lo más espiritual a lo puramente corporal.
Su obra maestra: "Cómo Gertrudis enseña a sus hijos",
es una obra escrita en estilo epistolario, donde a través de catorce cartas dirigidas a un amigo expone su método de enseñanza. Lo fundamental de la obra es el método que implanta
sustituyendo «las reglas fijas -como dice Dante Morando- de la pedantería
artificiosa tradicional con otras reglas también fijas, pero
fundamentadas en la psicología del educando. Durante toda la obra sigue los
pasos de Rousseau en el enfoque naturalista, aunque da a
la palabra "Naturaleza" un sentido distinto». Para Pestalozzi «es la vida la que
educa» y la
educación debe seguir el desarrollo natural del hombre, de tal
suerte que sólo será durable aquella educación que se base sobre la Naturaleza.
Porque, en definitiva, la educación no es sino el desarrollo de las facultades
que el niño posee en germen. La enseñanza debe ayudar, en perfecta armonía con
la Naturaleza, al desenvolvimiento de ésta.
La característica naturalista de la pedagogía pestalozziana
busca en la ley natural el desarrollo de los conocimientos, para aplicar una
enseñanza que funcione naturalmente. Queda así aclarada la diferencia entre uno
y otro autor respecto al término «Naturaleza».
Al principio de la obra remarca la necesidad de libertad en la educación del niño a la vez que critica a la escuela
tradicional por cuanto priva al sujeto de esta libertad.
Mientras el niño está libre de escolarización actúa a su
modo, rige por sus fueros y está en contacto íntimo con todo lo que le rodea,
pero a los cinco años se le quita de su vista toda la naturaleza que hasta
ahora ha sido su maestra.
En las cartas sexta, séptima y octava desarrolla los tres
elementos de la intuición - forma, número y palabra-, y expone el método que
les corresponde. Lo fundamental del método es empezar por lo simple y más
próximo a la experiencia, seguir unos pasos graduales y no dar un paso nuevo
sin asegurarse que los
anteriores están plenamente conseguidos.
En la carta número once comenta el principio de la intuición. La enseñanza de
la verdad es la meta de la pedagogía. En la carta doce describe el funcionamiento de una escuela profesional y todos
los problemas que se le plantearon. En la trece y catorce aborda el problema
religioso. Cree que previo al nacimiento de la
comunicación con Dios deben nacer en el niño los
sentimientos de gratitud, amor, caridad
y obediencia. A través de la religión y la moral intenta mantener la relación natural madre e hijo.
La obra comentada está presidida por la actividad de la
madre. «La
madre, satisfaciendo las necesidades legítimas del niño, hace nacer en él el
reconocimiento y la confianza». La vida afectiva, que es el primer
estadio en la educación del niño, debe ser cuidada de tal forma que la escuela
de párvulos ha de estar imbuida de un aire de afecto maternal, parecido al que el niño encontraría en su
propia madre.
Da importancia a la educación física, el trabajo manual, el
cultivo de la tierra y las excursiones, paseos y recreos.
La educación intelectual está regida por la intuición y ésta
en sus tres formas de lenguaje: de formas, de números y de nombres. Para el
número comienza por el cuadrado; para la forma el dibujo, y para los nombres
usa el método analítico comenzando por las palabras escritas en tarjetas, para pasar luego a la frase.
La educación moral y religiosa está basada en la bondad
natural del niño, en el aprecio de los valores eternos, en la lectura de la Biblia.
Pestalozzi queda justificado dentro de la Historia de la educación por toda su obra, pero solamente por la revalorización
social del niño y por la forma de enseñanza activa puede ya figurar en
cualquier tratado de esta ciencia.
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